Por David Wilkerson
17 de diciembre de 1990
__________
Puedes estar seguro que si estás tratando de andar
rectamente ante el Señor, ¡estás siendo probado! De hecho, mientras más
íntimamente camines con Cristo, más intensa será la prueba. Las Escrituras
dicen esto bien claro:
“…más el pueblo que conoce a su Dios se esforzará y
actuará. …y en su caída serán ayudados de pequeño socorro. También algunos de
los sabios caerán para ser depurados y limpiados para ser emblanquecidos hasta
el tiempo determinado; porque aún para esto hay plazo.” (Daniel 11:32-35).
El tiempo de la gran prueba se acerca para
“aquellos de entendimiento” ¿Y quiénes son los que van a ser probados? Son los
justos, aquellos que son útiles al Señor, que caminan con Dios, ¡y tienen la
sabiduría de Cristo!
En estos momentos, te preguntarás: "¿Por qué
estoy siendo probado? ¿Por qué todo esto me está pasando a mí?
¿Recuerdas tus días de estudiante? Cuando daban un
examen en la escuela, éste demostraba lo que tú habías aprendido de lo que se
te había enseñado. Sin embargo, Pablo hablaba de otra escuela, una donde
“aprendemos a Cristo”, y donde somos “enseñados por él, conforme a la verdad
que está en Jesús.” (Efesios 4:20-21). Si tú perteneces a Jesús, ¡tú estás en
su escuela! Puede que creas que ya te graduaste, ¡pero no lo será hasta que
estés en gloria!
Cuando yo estaba en la escuela, odiaba las pruebas
sorpresivas o los exámenes sin anunciar. Sin embargo, el Señor nos ha dicho que
estemos preparados para ser probados a cualquier hora y que estas pruebas
continuarán hasta que Jesús regrese. Todos los que aman al Señor pasarán por
candentes tribulaciones y serán purificados de todo aquello que no es de
Cristo, ¡en preparación para las bodas del Cordero!
David a menudo hablaba de que estaba siendo probado
y juzgado: “yo sé Dios mío, que tu escudriñas los corazones y que la rectitud
te agrada." (1 Crónicas 29:17). “Tú has probado mi corazón, me has
visitado de noche; me has puesto a prueba, y nada inicuo hallaste; he resuelto
que mi boca no haga transgresión.” (Salmo 17:5).
Santos, no puedo enumerar todas las maneras es las
que el Señor prueba a sus hijos, pero hay tres pruebas en común para todos
nosotros, y me gustaría enfocarme en ellas:
1. Somos
probados por aflicciones y tribulaciones – tanto por las nuestras como por las
de otros creyentes justos.
Una de las cosas más difíciles para los cristianos
enfrentar es el sufrimiento de los justos.
Hasta el tiempo de Cristo, los judíos asociaban la
prosperidad y buena salud con la santidad. Ellos creían que si eras rico,
bendecido o saludable, Dios estaba contigo. Por eso era que a sus discípulos
les era difícil comprender la afirmación de Jesús: “que es más fácil pasar un
camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.”
(Mateo 19:24). Los discípulos preguntaron: ¿quién podrá ser salvo?
Aun hoy en día, hay una doctrina equivocada que
afirma que aquellos que están en pacto con Dios, ¡nunca sufrirán! Solo clama,
dice esta doctrina, y tu Dios de pacto, vendrá corriendo e inmediatamente
resolverá todo. Pero amados, ¡éste no es el evangelio!
Todos los héroes de la fe enumerados en Hebreos 11
caminaron en pacto con Dios, y “sufrieron tortura, violencia y fueron
apedreados” (vs.37-38). “Otros sufrieron vituperios, azotes y además de esto,
prisiones y cárceles” (v. 36). Pablo, que anduvo en estrecha relación con Dios,
fue víctima de naufragios, azotes, apedreado, dejado por muerto, en peligro de ríos,
de ladrones, robado, encarcelado y perseguido. Pablo sufrió la pérdida de todo
lo que tenía (2 Corintios 11: 24-26). ¿Por qué? Todas estas eran pruebas,
purificaciones, ¡la prueba de su fe!
Pedro dijo: “Amados, no os sorprendáis del fuego de
prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino
gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que
también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría.” (1 Pedro
4:12-13).
“…aunque ahora por un poco de tiempo, si es
necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a
prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro el cual aunque perecedero se
prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado
Jesucristo.” (1 Pedro 1: 6-7).
Una de las cosas más peligrosas que un padre puede
hacer es tenerle lástima y ofrecerle aliento a un niño que está bajo disciplina
antes que este aprenda la lección. ¡Esto puede destruir al niño! Si quitamos la
vara y la lección nunca se aprende, surge la rebelión.
Jesús es nuestro padre, y mientras somos
disciplinados podemos llamarle cuantas veces queramos, pero él no se moverá
hasta que nosotros aprendamos lo que él quiere enseñarnos. ¡Él no levantará su
vara de nosotros hasta que cedamos! Sin embargo, todo el tiempo durante el cual
estemos siendo probados y disciplinados, estaremos bajo la protección de Dios.
La Escritura nos dice que aquellos que son probados por muchas tribulaciones y
tentaciones son “…guardados por el poder de Dios mediante la fe." (1 Pedro
1:5). Puedes llamar a Dios pensando que estás en peligro, pero él sabe que no
lo estás. ¡Él sólo está esperando que tú aprendas la lección!
Cuando Jesús permite el sufrimiento y la
tribulación en nuestras vidas, él está tras una cosa. La misma cosa que quería
cuando le pidió a Abraham que sacrificara a su hijo amado, a Isaac. Dios
permitió que Abraham llevara a su hijo Isaac a la montaña y que levantara el
cuchillo sobre él para sacrificarlo. Fue entonces que el Señor dijo: ¡No! ¿Qué
buscaba el Señor con esto? Sencillamente esto: "Abraham, ¿significo yo más
para ti que el objeto terrenal más preciado en tu vida? Abraham estaba
dispuesto a dejar lo que más quería y amaba su único hijo, que fue la promesa
de Dios para él - y poner su futuro en las manos de Dios. ¡Él lo dio todo al
Señor! ¡Dios usa nuestros sufrimientos para exponer nuestros corazones!
En estos momentos puede ser que estés sufriendo
debido a las condiciones de pobreza que te encuentras, o por estar desempleado.
Otros puede que estén siendo probados por enfermedades. Sin embargo, cualquiera
que sea el caso, Dios puede estar usando estas pruebas y sufrimientos para
exponer el espíritu de murmuración y quejas en nosotros. A Dios no le agradan
las murmuraciones o las quejas. De hecho, permitió a Israel toda clase de
opresiones por cuarenta años porque el pueblo se había convertido en un
murmurador habitual. Y su opresión podía atribuirse a su lengua. El Señor nos
advierte hoy: “Ni murmuréis como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por
el destructor.” (1 Corintios 10:10).
La murmuración comienza en nuestros pensamientos,
pensamientos de descontento, de ser maltratado por el Señor, de no ser
comprendido por el pueblo de Dios. Usualmente, comienza por la falta de respeto
hacia aquellos que son llamados por el Señor, ungidos por el Espíritu Santo.
Los murmuradores nunca están satisfechos. Si haces
lo que ellos creen que debes hacer entonces vendrán con una docena más de
exigencias. La lista nunca terminará porque su espíritu esta fuera de control,
¡no está bajo el poder del Espíritu Santo! La Biblia nos dice: “Estos son
murmuradores, querellosos, que andan según sus propios deseos." (Judas
16).
Los israelitas se quejaron porque no tenían agua,
así que Dios les dio agua de una roca. Se quejaron cuando no tuvieron pan, así
que Dios les dio pan de la tierra. Entonces se quejaron porque no tenían carne
y Dios les dio carne del cielo. El Señor les dio todas estas cosas, ¡y la
Biblia dice que las aborrecieron! ¡Se quejaron después de obtener lo que
pidieron! Y, hoy en día hay cristianos, que si Dios contestara su oración, ¡se
quejarían de lo que han recibido!
También podemos ser probados por el sufrimiento de
los justos y santos siervos del Señor. Esta tribulación es muy difícil de
entender.
Conozco a una pareja joven de misioneros que han
dado su vida al ministerio en los arrabales de Hong Kong. Hoy día, la esposa
está postrada en cama con una enfermedad rara, crónica y debilitante. Todos los
que le conocen se preguntan: "¿Cómo esto es posible?"
Leemos en las Escrituras: “Muchas son las
aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová.” (Salmo 34:19).
Sin embargo, vemos muchos cristianos consagrados muriendo ante nosotros.
Algunos sufriendo intensos dolores. Aun así, estoy
convencido de que no podemos entender ¡la maravillosa liberación que el Señor
tiene para nosotros! Sus caminos están muy por encima de los nuestros.
Años atrás supe que un matrimonio que conocía
perdió a su hijito de seis años debido a un tumor cerebral. Habían orado y
orado por sanidad. El Señor me dijo que les dijera: “Su hijo ha sido sanado.
¡Tiene un cuerpo nuevo!” El Señor lo amaba y lo tomó de ustedes pero él se lo
mostrará algún día. Pídanle al Señor que les de fortaleza hasta ese día. Jesús
está a cargo de él ahora, ¡y su hijo está completamente sano! ¡Ellos no
entendieron esto hasta diez años más tarde!
He estado cerca de cristianos que están sufrimiento
en hospitales, que tienen más fe y esperanza que todos los cristianos que están
alrededor de él orando por su sanidad. Y por lo regular, ¡el cristiano enfermo
termina orando por ellos! Cuando tienes esa clase de esperanza en ti, tú no
vives para este mundo, ¡estás viviendo para la eternidad! ¡Aquellos que
sufrieron y murieron en fe recibieron su última sanidad! ¡Significo Cristo para
ellos! Pedro dijo que eran: “participantes de los padecimientos de Cristo, para
que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría.” (1 Pedro
4:13). Su fe demostrada aquí, ¡le traerá gran gloria al Dios de la gloria!
Dios desea sembrar algo en nuestros corazones a
través de todas nuestras pruebas y tribulaciones. Él quiere que digamos: “Señor
Jesús, tú eres mi protector, y creo que tu gobiernas sobre los eventos de mi vida.
Y si algo me pasara, es porque tú bajaste el muro, y tienes un propósito en así
permitirlo.
“Si estoy caminando en rectitud y tengo tu gozo en
mi corazón, entonces tanto mi vida como mi muerte llevarán gloria a ti. Puede
que tengas la gloria preparada, algún propósito eterno que mi mente finita no
puede entender. En cualquier caso yo diré: '¡Jesús, vivo o muerto, soy tuyo!'
2. Somos
probados por la tardanza en la contestación a la oración.
Muchos de nosotros oramos como David oró:
"Apresúrate a responderme en el día que te invocare.” (Salmo 102: 2).
"Porque estoy angustiado, apresúrate, óyeme.” (Salmo 69:17). La Palabra
hebrea para “apresúrate” quiere decir: “ahora mismo, avanza - tan pronto yo te
llame, ¡ven!” David estaba diciendo: “Señor, yo confío en ti, pero por favor,
¡apúrate!"
Amados, Dios no tiene prisa. Él no va a saltar bajo
nuestras órdenes. En efecto, a veces nos preguntamos si acaso él las
contestará. Puedes llorar, gemir, ayunar, y esperar, ¡pero los días, semanas,
meses y hasta años pasan y no recibes la más mínima evidencia que Dios oyó!
Primero te interrogas a ti mismo: “Algo está
entorpeciendo mi oración, algún pecado escondido. Quizás pedí mal. O, quizás mi
fe sea débil.” Estás perplejo y al pasar el tiempo tu actitud viene a ser algo
parecido a esto: “Señor, ¿qué tengo que hacer para que mi oración sea
contestada? Tú prometiste por tu palabra, y yo oré en fe. ¿Cuántas lágrimas
tengo que derramar?
¿Por qué Dios demora la contestación a oraciones
sinceras? Por supuesto, no es porque no tenga el poder. ¡Él tan solo tiene que
guiñar un ojo, o pensar en lo que quiere, y la obra seria hecha! ¡Y él está
ansioso, aún más que nosotros, que recibamos de él!
La respuesta se encuentra en este verso: “También
les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre y no
desmayar.” (Lucas 18:1).
La palabra griega para “desmayar” significa:
“relajarse, estar débil o gastado en la fe, darse por vencido, no esperar por
el cumplimiento.” Dice en Gálatas 6:9: “No nos cansemos, pues, de hacer bien;
porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.”
El Señor está buscando un pueblo que ore sin cesar
y que no se canse de acudir a él. Estos siervos esperarán y no desmayarán hasta
que se complete la obra - ¡y serán hallados esperando cuando él traiga la
respuesta!
Yo pensaba que tenía una fe inquebrantable, que
confiaba plenamente en el Señor. Entonces muchas de mis oraciones más
importantes no fueron contestadas por largo tiempo - ¡y muchas aún no han sido
contestadas! Le dije al Señor: “Si tu contestaras mis oraciones, mi fe
aumentaría. Podría ir al templo y hacer alardes de tu fidelidad, como David lo
hizo. ¡Piensa como los demás serán grandemente fortalecidos!”
Pero el Señor me dijo: “Yo no aumento tu fe por mis
respuestas. La edifico en mis demoras.”
¡Cualquiera puede creer cuando las contestaciones a
las oraciones fluyen! Pero, ¿quién va a creer después de un año o dos? A medida
que pasa el tiempo, abandonamos nuestras peticiones y oraciones y la creencia
que él las contestará y nos movemos a otra cosa. Le decimos a Dios: “Yo te seré
fiel. Pero no esperes que tenga fe para aguardar respuestas a mis oraciones por
más tiempo.”
Amado santo, ¡Dios desea asegurarse que tú no vas a
desmayar en tus oraciones! Él desea que tu corazón persevere, sin importar el
tiempo que tarde su respuesta. Jesús nos dio una parábola para probar que él
espera que aguardemos y no nos demos por vencidos. Es la parábola de la viuda
que repetidamente se presentaba al juez pidiendo justicia. (Lucas 18:2-8).
El juez finalmente le concedió su petición
solamente por no ser molestado por su constante ruego. “Sin embargo, porque
esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me
agote la paciencia.” (v. 5). Jesús añadió a esta parábola: “¿Y acaso Dios no
hará justicia a sus escogidos, que claman a él, día y noche? ¿Se tardará en
responderles? Os digo que pronto les hará justicia." (vs. 7-8).
Tú dices: “Pero, ¿no parece que Jesús habla en
paradoja en este pasaje? Primero dice que Dios se tardará en respondernos,
luego dice que pronto nos hará justicia.” Muchos de nosotros mal interpretamos
este pasaje totalmente. Como ves, Jesús no está hablando de demorar por mucho
tiempo - no señor. Él dice que Dios desea acelerar la respuesta - pero Dios
está sufriendo por algo. ¡Él está cargando con algo que necesita la paciencia
de su parte! Él está diciendo: “Yo demoraré lo que veo en tu corazón, y
soportaré contigo, ¡hasta que estés dispuesto a esperar por la respuesta como
es debido!”
Al mirar atrás a algunas de las cosas por las
cuales he orado por largo tiempo, veo al Señor diciéndome: “Estoy aguantando
esta petición tuya como un espejo. Y a través de ella, te enseñaré lo que hay
en lo profundo de tu corazón.”
He visto duda... temor... incredulidad... cosas que
han hecho que me tire a los pies de Jesús a llorar: “Oh Señor, ya no estoy
interesado en las respuestas, ¡sólo quiero sacar este espíritu de mi ¡No deseo
dudar de ti, ni orar y gemir por una respuesta, teniendo la semilla de
incredulidad en mi corazón!”
Es cierto - el tiempo más difícil de nuestra fe en
la oración es la última media hora. Cuando parece como si Dios no responderá,
nos damos por vencidos, nos olvidamos, y nos vamos a hacer otras cosas. Y al
hacer esto creemos que estamos rindiéndonos a la providencia de Dios,
dependiendo de su soberana voluntad. Decimos: “Señor, haz lo que tu creas que
es mejor,” o, “Bueno, Señor, después de todo, quizás tu no querías eso después
de todo.”
¡No! ¡Esa no es la intención de Dios! Cuando estás
orando por lo que obviamente es la voluntad de Dios - la salvación de la
familia, por ejemplo, - ¡tienes todo el derecho de continuar sin desmayar hasta
que Jesús te de la respuesta! Tienes toda la razón en no escuchar al diablo, ¡y
pedirle a Dios que siembre en ti la fe de Cristo Jesús y no desmayar hasta que
veas el resultado!
Pero sin embargo, ¡has desmayado, has fracasado la
prueba! ¡Si no hubieras desmayado, estuvieras más determinado que nunca en
recibir la respuesta!
Como puedes ver, el Señor ve el corazón cuando
desmaya en todo tiempo. La Biblia ofrece un ejemplo de esta humillante
experiencia en 2 Reyes 6-7. Samaria estaba sitiada por Ben Hadad y su gran
ejército sirio. En la ciudad había hambre porque no había alimento que pudiera
comerse. La cabeza de un asno se vendía por 80 piezas de plata, ¡una pinta de
estiércol de paloma por cinco!
Pero el profeta Eliseo había profetizado al rey de
Samaria que el Señor iba a liberar a su pueblo de una manera sobrenatural. Él
dijo que se aguantaran, que esperaran y oraran y se arrepintieran y que
confiaran en Dios sin importar cuán malas se pusieran las cosas.
A medidas que el rey caminaba por las murallas de
la ciudad, él pudo haber pensado: “¿Cuánto más va a durar esto? Ya no podemos
resistir más. Si Dios no responde pronto, izaremos la bandera blanca y nos
rendiremos.”
Entonces una mujer vio al rey y le gritó: “Ayer mi
vecina y yo cocinamos a mi hijo ¡y nos lo comimos! Acordamos que hoy nos
comeríamos el de ella, ¡pero ella lo escondió! Rey, eso no es justo, ¡haz que
ella entregue a su niño también!
¡Eso surtió efecto! El rey desgarró su vestido y
con coraje vociferó: “Eliseo, ¡te cortaremos la cabeza! Nos hiciste creer que
Dios contestaría tus oraciones. Nos dijiste que ocurriría un milagro, ¡pero
ahora es muy tarde!” Cuando el rey halló a Eliseo orando con los ancianos, él
gritó: “¿Para qué he de esperar más a Jehová?” (2 Reyes 6:33). En otras
palabras, ¡es muy tarde, el plazo llegó y pasó, y Dios no cumplió su palabra!
La oración no va a ayudar. ¡Es tiempo de tomar el asunto en nuestras manos!
Mientras el rey estaba desmayando - abandonando su
fe - la respuesta estaba a la puerta. Eliseo le respondió: “Mañana a estas
horas valdrá el seah de flor de harina un ciclo, y dos seahs de cebada un
ciclo, a la puerta de Samaria.” (2da. de Reyes 7:1). Da pena que el rey no
esperara 24 horas más antes de explotar. Lo que él no sabía era que Dios estaba
obrando rápidamente, ¡creando un milagro!
En el campamento de los sirios, un zumbido
milagroso llenó la atmósfera - el sonido retumbante de un gran ejército de carruajes
que iba hacia ellos. El pánico se apoderó de los sirios, y dejaron todo
abandonado y huyeron para salvar sus vidas.
De manera que los samaritanos trajeron carretas
llenas de la comida que dejaron los sirios. Vegetales, harina de la mejor y
barriles de cebada entraron por las puertas de la ciudad. Mirando esto, el rey
tenía que estar avergonzado al pensar en lo que había dicho: “¡Dios no cumplió
su palabra!”
Amados, ¡esto me ha sucedido a mí por lo menos una
docena de veces! Me he dado por vencido y he dicho: “Bien, esto no ha sido la
voluntad de Dios. Es una situación imposible.” Y en muchas ocasiones, ¡la
respuesta llegó dentro de una hora de haber pronunciado esas palabras!
¡Esto es exactamente lo que puede estar pasándote a
ti! Te has dado por vencido y ya no estás perseverando. Pero Dios está obrando,
¡y su respuesta está a punto de llegar!
3. Somos
probados por nuestras caídas y fracasos.
No quiero decir que los cristianos que vuelven a
sus antiguos pecados y al mundo, están siendo probados. No, ¡esos son
náufragos!
Pero Pedro advirtió: “Así que vosotros, oh amados,
sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los
inicuos, caigáis de vuestra firmeza” (2 Pedro 3:17). Pedro está advirtiendo a
los creyentes que están creciendo en santidad y están dispuestos a seguir al
Señor.
Algunos de ustedes pueden haber caído en alguna
ocasión a pesar de todo el progreso que han hecho con el Señor. Si les pregunto
que causó la caída puede que me contesten: “Hermano David, ¡fue en un momento
de ira! Fue provocado por mi propia familia, ¡y exploté! No lo entiendo, creí
que estaba más dulce, un poco más semejante a Jesús. Pero alguien presionó el
botón equivocado, ¡y perdí el control!”
Si en ti hay una raíz de amargura, Dios hará de tu
hogar un lugar de prueba. Serás provocado una y otra vez hasta que todo la ira
que hay escondida en ti sea revelada, ¡y arrancada por el Espíritu Santo! Tú
dirás: “¡Soy un ser humano! ¿Cuánto debo aguantar? No importa si fuiste
provocado, o si tenías la razón. ¡La provocación sencillamente comprobó tu
necesidad de ser liberado!
Las Escrituras dicen: “Quítense de vosotros toda
amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.” (Efesios 4:31).
Dios seguirá probándonos hasta que digamos: ¡Hay un espíritu en mí que tiene
que irse! No verás crecimiento en Cristo, paz en tu hogar o en el trabajo,
hasta que puedas decir “tienes razón Señor, ¡sácalo de mí!”
Si estás siendo probado en esta área - o en
cualquiera otra, puedes estar pensando: “Me siento tan indigno. ¿Cuánto terreno
habré perdido? ¿Me ama aún el Señor?
Amado santo, si en verdad te has arrepentido, no
has perdido terreno. Dios pone sus amorosos brazos sobre ti y te dice: “Yo
permití que eso pasara para que vieras lo que hay en tu corazón. Pero estas
progresando. Has dicho que quieres caminar junto a mí, y yo te estoy enseñando.
Yo sé lo que hay dentro de ti y permitiré que seas provocado hasta que te
deshagas de todo eso.
¿Estas siendo probado? Si es así, sólo ora: “Señor,
has puesto tu dedo en algunas áreas de mi vida. Sácalas de mi corazón. Dame el
valor, Señor, para no retroceder - ¡voy hacia adelante contigo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario