viernes, 29 de junio de 2012

Entre Gerizim y Ebal


Entre Gerizim y Ebal

Oirás,  pues,  la voz de Jehová tu Dios,  y cumplirás sus mandamientos y sus estatutos,  que yo te ordeno hoy. Y mandó Moisés al pueblo en aquel día,  diciendo: Cuando hayas pasado el Jordán,  éstos estarán sobre el monte Gerizim para bendecir al pueblo: Simeón,  Leví,  Judá,  Isacar,  José y Benjamín. Y éstos estarán sobre el monte Ebal para pronunciar la maldición: Rubén,  Gad,  Aser,  Zabulón,  Dan y Neftalí. Y hablarán los levitas,  y dirán a todo varón de Israel en alta voz…  Deuteronomio 27:10-14 RV60

Al transponer el río Jordán para entrar en la Tierra Prometida, Moisés por orden de Dios distribuyó al pueblo; seis tribus a cada lado, entre dos colinas ubicadas en los montes de Samaria a ambos lados de Siquem: Gerizim y Ebal. En aquella memorable ceremonia, se renovaría el pacto con Dios y se pronunciarían maldiciones y bienaventuranzas. Las primeras desde Ebal; las bendiciones desde Gerizim. Las maldiciones, sobre doce violaciones a la Ley.
 Las bendiciones -seis- (Deut. 28:1-14),  consecuencia directa de la obediencia a Dios. Y el pueblo, a la pronunciación de cada una de ellas, debía asentir con un “amén” (así sea).

En esta oportunidad, Moisés, uno de los más formidables líderes de todos los tiempos, pronunciaría su último discurso. El no vivió sus últimos días sobre este mundo para entrar en la Tierra Prometida.

Es curioso que años después de esta solemne ceremonia, donde el pueblo estaba entregadísimo en obediencia y devoción a Dios; toda la paz, bienestar y bendiciones de que gozaría como fruto de una buena relación con el Altísimo, caerían y vendrían sobre Israel la enfermedad, la derrota, el hambre, la servidumbre y por último el cautiverio como consecuencia de su altivez, idolatría y desobediencia.

Con nosotros hoy no suceden cosas muy diferentes. Estas promesas de Dios fueron en su momento, para el pueblo de Dios, Israel. Hoy, la Iglesia somos su pueblo; por lo tanto son extensivas también a nosotros, lo cual a menudo nos pone entre Gerizim y Ebal.

Bien es cierto que no podemos escapar a esta naturaleza corrupta heredada de nuestro padre natural Adán. Hasta nuestro tan necesario respirar está inmerso en pecado. Por lo cual, si de nosotros solamente dependiera, Dios ya no estaría junto a nosotros. ¿Qué hace la diferencia, entonces?

Un corazón contrito y humillado que sólo mira a Jesús, como fuente de toda pureza, hermosura, por cuya sangre y cruento sacrificio en la cruz, fuimos hechos aptos para estar ante la presencia de Dios.

¿Cómo escaparemos nosotros,  si descuidamos una salvación tan grande?
La cual,  habiendo sido anunciada primeramente por el Señor,  nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos,  con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad. Hebreos 2:3-4 RV60)

Autor: Luis Caccia Guerra

Escrito para www.devocionaldiario.com

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